EL PUERTO DE SAINT-TROPEZ

 

El puerto de Saint-Tropez es un óleo sobre lienzo (131x161,5cm) perteneciente a la categoría de pintura paisajista. Fue realizado por el artista francés Paul Signac (1863 – 1935) entre 1901 y 1902 y, en la actualidad, se encuentra en el Museo Nacional de Arte Occidental de Tokio.

En primer lugar, se debe destacar la especial conexión que sentía Paul Signac hacia la pequeña localidad pesquera de Saint-Tropez donde, tras la muerte de su maestro Georges Seurat en 1891, realizó diversas estancias junto a su familia en busca de la inspiración artística con la contemplación del Mediterráneo. De hecho, la proximidad del mar le proporcionaba un ambiente idóneo para la experimentación con los efectos de la luz y de los colores, a través de la técnica del divisionismo, ya que las puestas de sol en el puerto permitían un mayor estudio de los juegos cromáticos. Así pues, esto le llevó a potenciar su estilo neoimpresionista hacia un colorido todavía más intenso, casi precursor del fauvismo, con el fin de dotar a sus paisajes de dinamismo y naturalidad.

De este modo, El puerto de Saint-Tropez representa la consagración del puntillismo como estilo preponderante en el pintor parisino, puesto que por medio de la yuxtaposición de los distintos puntos de colores consigue recrear de manera fidedigna el ambiente portuario. Así pues, jugando con los colores primarios, Signac logra provocar la aparición de los derivados en la retina del espectador al establecer una simbiosis entre ellos: azul y amarillo, verde; azul y rojo, violeta; amarillo y rojo, naranja. Con ello, a partir de las manchas de color, el artista es capaz de transmitir la imagen de un paisaje que se construye por sí solo en la mente del sujeto, lo cual anticipa la fragmentación típica del cubismo.

Por ello, si comparamos esta obra con Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte de Seurat, se puede apreciar un notable avance con respecto a la pintura de su maestro, puesto que Signac consigue llevar al extremo la gama cromática. En este sentido, mientras que la obra de Seurat todavía presenta unos colores más ordenados y adaptados al paisaje o a las personas, El puerto de Saint-Tropez destaca por la espontaneidad de los colores que se fusionan unos con otros creando un cuadro lleno de expresividad. De esta manera, Signac explota la libertad que le ofrecía la paleta para configurar una pintura en la que no hay límites en el colorido ya que, en palabras del propio pintor, <<Dividir es buscar el poder y la armonía del color, mediante la representación de la luz coloreada mediante elementos puros, y mediante el empleo de la mezcla óptica de estos elementos puros, separados y proporcionados según las leyes esenciales del contraste y la graduación>>.

Por tanto, con esta pintura, Signac abre un nuevo camino hacia la modernidad del arte, puesto que transforma la realidad del color para crear su propia percepción del paisaje contemplado. Así pues, nos ofrece una imagen real, pero fragmentada en un cromatismo que navega más allá de lo verosímil para crear el efecto lumínico ideal y recrear al ambiente de un amanecer o atardecer idílico sobre el puerto.

Con todo, la escena evoca una sensación de calma y tranquilidad de la vida costera, donde los pescadores jornada tras jornada se embarcan en sus botes en busca de peces, frente al frenesí de la ciudad contemporánea. Por esta razón, el propio Signac se sintió atraído por la vida en Saint-Tropez y pasó largos períodos de tiempo en esta localidad, inhibiéndose del ajetreo de París al refugiarse en la paz marítima que le aseguraba la inspiración creadora.

En definitiva, Signac se convierte en un artista plenamente moderno al romper con la concepción clásica del color y recrear su realidad en función del efecto lumínico que pretende transmitir. Por ello, El puerto de Saint-Tropez actúa como una antesala de la vanguardia del siglo xx, tan sólo dos años antes de que Henri Matisse iniciara el fauvismo en 1904; siendo consciente el propio Signac de que una nueva era en el arte estaba a punto de nacer, tal y como él predijo: <<La edad de oro no ha pasado, sino que está en el futuro>>.


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