LA MARSELLESA


La Marsellesa”, a golpe de cincel. | A París con Elena




























La Marsellesa es un altorrelieve en mármol realizado por el escultor francés François Rude (1784 – 1855) entre 1832 y 1836 para decorar uno de los pilares del Arco de Triunfo de l´Étoile de París, donde se mantiene en la actualidad.

En esta época, Rude acababa de alcanzar el éxito como escultor ya que, en 1833, obtuvo la Legión de Honor tras presentar en el Salón de Arte de la capital francesa Niño pescador napolitano jugando con una tortuga. Ante la gran expectación que causó dicha obra, el escultor de Dijon comenzó a cosechar una importante popularidad en París hasta el punto de recibir el encargo para decorar la fachada del Arco de Triunfo.   De esta manera, fiel a la realidad social de su época, Rude asimilará el ímpetu revolucionario y el compromiso con el afán de libertad del Romanticismo para desembocar en una nueva concepción de la escultura.

Inicialmente, la obra fue titulada La marcha de los voluntarios de 1792 para conmemorar la insurrección del 10 de Agosto de 1792; cuando el pueblo parisino llevó a cabo con éxito el Palacio de las Tullerías, que supuso la detención del rey Luís XVI y la proclamación de la Primera República Francesa. Al mismo tiempo, se constituye como un homenaje a aquellos voluntarios que decidieron partir a la guerra contra Austria y Prusia para defender a la Francia Revolucionaria de las potencias absolutistas que trataban de acabar con la amenaza de la expansión del liberalismo.

En este contexto, el relieve de Rude se planteaba como una exaltación de los valores patrióticos de la libertad, la igualdad y la fraternidad que, sin duda, eran los pilares sobre los que se asentaban los movimientos liberales del siglo xix por inspiración del proceso iniciado en la Francia de 1789. Así pues, las agitadas figuras de la escultura reflejan ese ímpetu y afán del pueblo europeo, y en especial el francés, por alcanzar la configuración de una sociedad regida por los principios democráticos. Además, debemos señalar que Rude proyecta este relieve en el momento en que la Revolución de 1830 había triunfado en Francia, significando el ascenso al trono de Luís Felipe de Orleans que encarnaba el triunfo de las insurrecciones burguesas por establecer un nuevo orden.

Además, para realzar este sentimiento de búsqueda de la creación de un nuevo orden, se recurre al mundo clásico ya que, en los modelos de la Antigua Grecia, se encuentra la fuerza y la expresividad del ímpetu romántico por la consecución de la libertad. Por este motivo, Rude eligió una iconografía con reminiscencias profundamente clásicas, puesto que las figuras, a través de sus vestimentas y la actitud de sus rostros, se presentan como alegorías de divinidades y héroes de la Antigüedad. Por tanto, a nivel estilístico, Rude asume la tradición y el gusto neoclásicos de su época, pero los dota de una reinterpretación puramente romántica al configurarse todo el contenido alegórico como una reivindicación de los valores del liberalismo.

En este sentido, apoyándose en una estética enfocada especialmente en el dinamismo, la exacerbación y la agitación del helenismo (recordando a conjuntos escultóricos como Laocoonte y sus hijos, El Toro Farnesio o El altar de Pérgamo), el escultor pretendía mostrar reflejar que el pueblo francés y europeo son los héroes de su tiempo que están llamados a alcanzar el triunfo de sus ideales frente al absolutismo. De hecho, este espíritu se acentúa todavía más con la presencia de una especie de Victoria alada en la parte superior que pretende servir de guía de la sociedad hacia el éxito; lo cual nos recuerda también a la figura femenina que porta la bandera francesa y conduce a los parisinos en el célebre cuadro de La libertad guiando al pueblo de Delacroix. Además, el heroísmo popular se ve acrecentado aún más en una composición presidida por una figura masculina hercúlea, que refleja la fuerza del pueblo por alcanzar cualquier objetivo, y que, acompañada de una figura joven y vigorosa, muestra su capacidad para cambiar el futuro y de la posibilidad que se abre en las nuevas generaciones venideras.

De este modo, ubicándose en el monumento que estaba destinado a convertirse en uno de los mayores símbolos de la Revolución y del patriotismo francés, la adquisición de una finalidad propagandística y política era inevitable. Por ello, muy pronto la obra de Rude se identificará con la nación gala que, precisamente por su vinculación con el espíritu liberal, llegará a adoptar el nombre del himno del país: La Marsellesa.

Por tanto, su importancia histórico-artística es fundamental puesto que, siendo una obra comprometida con la realidad histórica de la época, ha pasado a la historia del arte como una de las muestras más representativas de la simbiosis en escultura de dos estilos aparentemente opuestos como son el Neoclasicismo y el Romanticismo.


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